Título: La ILUSTRACIÓN. Una forma de vida.

 

Autor: Alicia Campos Redondo

 

 

El arte es una forma de vida. Pero no una manera de subsistir económicamente o ganarse la vida, sino un modo de supervivencia. Al menos, en eso se ha convertido para mí: en mi respiración, mi manera de vivir, de ver las cosas, de sentirlas. Por él puedo subsistir en el mundo que habitamos, vuelvo a ser yo cada vez que lo necesito. Esta vida llena de frenéticas jornadas, trabajo duro, continuas escenas que desarrollamos de forma automática y el pasar de las semanas sin que nos detengamos prácticamente a disfrutarlas, me ha hecho sentir cada vez más fuerte la necesidad imperiosa de vivir el arte en todas sus formas. Es lo que me hace parar, respirar hondo y recordar quién soy y por qué estoy aquí. La mayoría de los humanos vive sin pararse a pensar o sin terminar de descubrir qué hacen en este mundo o a qué han venido. Pero yo hace tiempo que lo descifré. Y es que pienso que cada cual tiene su cometido en el gran Universo, y el mío es vivir por el arte, no de él. Sí, también lo he convertido en mi profesión y mi sustento, pero  su profundidad y lo que alberga es lo que considero más importante; el cómo me afecta espiritualmente.

 

Hace casi tres décadas que nací, y los primeros recuerdos que tengo son con un bolígrafo (no un lápiz) y una libreta en las manos, dibujando lo que se me ocurría. Normalmente se trataba de personas, a lo que ya dedicaría la mayor parte de mi trabajo. Los adultos que entonces me rodeaban siempre me decían lo impresionados que se quedaban cuando yo procuraba que las pestañas de los ojos bien definidos me quedaran perfectas, mientras los demás niños trataban de darle vida a pequeños garabatos. Por ello comenzaba hablando de mi propósito: el arte, vivirlo, vivir de él, plasmar, ilustrar. Desde aquella temprana edad buscaba llenar de detalles todo cuanto dibujaba, tratando de representar fielmente la realidad. Desde luego, mi estilo personal daría muchas vueltas y tardaría mucho en lograr mi madurez profesional —aún no siento que la haya alcanzado—, pero poco a poco iba definiendo mi estilo. O más bien, mi estilo me iba definiendo a mí. Así, conforme crecía y desarrollaba mis estudios artísticos, tales como las Bellas Artes, el diseño gráfico y la ilustración, iba definiendo lo que poco a poco se convertiría en mi marca personal.

 

Comencé como casi todos comenzamos; con las herramientas que tenemos a nuestro alcance. Siempre me consideré una persona “salvaje y caótica”, por lo que siempre me gustó mancharme, impregnarme de materiales, pintar descalza, llenarme de todo lo posible. Supongo que es una manera de integrarme completamente en la obra, pues tal es mi forma de vivirla. Inicié con la pintura acrílica y el óleo, y se convertiría en una pasión que ya nunca podría abandonar. Primero me enseñaron a representar objetos y naturaleza muerta, para desarrollar el color, la sombra y la composición, pero mi fuero interno me llevó a tratar la anatomía humana y la corporeidad natural del ser. Buscaba esa referencia y huía del espacio para tan solo deleitarme en la figura humana. De este modo empecé a trabajar mi brocha amplia e imprecisa, gracias a la cual podía bosquejar y trabajar de una manera libre y lúcida. Pintar con esta brocha tan indeterminada me permitía explorar y trabajar todo lo contrario: el desdibujo, para crear una composición única, huyendo así todo lo posible de los parámetros hasta ahora establecidos como el realismo y la fotografía. Yo quería ir más allá, buscaba algo más, por lo que mi investigación en el campo pictórico teniendo como base el dibujo nunca ha cesado, siempre está en continuo movimiento. La pintura siempre ha sido muy importante para mí, porque es huir de la precisión y de lo establecido, y es de las pocas herramientas que me permite ser completamente yo misma. Es el método con el que aprendí a  expresarme, y con el que poco a poco fui definiendo mi manera de entender del arte, de ser yo y de ocupar mi lugar en el mundo.

 

Se trata de una pincelada inmediata, imprecisa y bella. Y hoy en día, ya que tenemos todo completamente digitalizado, creo que es importante volver de vez en cuando a los orígenes, para no perdernos de vista ni soltar lo que nos hace puros. Y en mi caso, es la pintura. Es el origen de todo, donde mi yo artístico se inició y donde surgió la vida. Ha sido y es mi manera continua de aprender, por su forma rápida de ofrecerte el camino y de arreglar o enmendar lo que has fastidiado, pues aquí no puedes pulsar “Ctrl + Z”. Y creo que eso nos hace auténticos. Sí, eso es. Pinto y arreglo sobre ello, y así cada pintura toma un rumbo distinto, incluso del que marqué en su inicio. De esta forma, cada pintura es original y es auténtica. Pintar me hace auténtica.

 

 

Fig 1. Las letras, digital, Lily Vainylla, 2021.

 

Conforme fui creciendo fui descubriendo (¡oh, sorpresa!) que existían más herramientas y técnicas y mundo aparte de la pintura. Yo pensaba que no, pues tal es la pasión que siento por ella, pero por supuesto, así era. Y  tal como establecimos, la base de la pintura en realidad es el dibujo (más realista, menos o con un estilo determinado), así que en verdad lo que siempre anduve persiguiendo era esta disciplina, de mil maneras distintas. Aprendí que la pintura era solo una de ellas. Continué investigando y cultivando mis herramientas y técnicas, y así terminé conformando mi muestrario de diferentes disciplinas artísticas. O lo que es lo mismo: las técnicas mixtas. Cuando descubrí el poder de mezclar todas las herramientas con las que suelo trabajar me encontré con el enriquecimiento y belleza que esto supone.

 

En mis diferentes estudios académicos realicé diversas obras con los materiales que después pasarían a ser mi día a día, tales como el lápiz de carboncillo, acuarelas, rotuladores acuarelables, grafito, temperas, bolígrafo, etc. Entonces, tras un breve período de autoconocimiento e investigación, comencé verdaderamente a autodefinirme. Ya había escuchado lo importante que es tener un discurso pictórico, hablar de algo o de ti pero con coherencia, y con los años entendí de lo que me estaban hablando. El discurso puede ser tú mismo, tu manera de hacer las cosas, tu estilo, tus herramientas, tu mensaje. Pero que deje huella. Tu impronta, tu marca. Así, de repente, me di cuenta de que yo no albergaba nada de eso. Mi afán por probarlo todo, sumarme a todo, investigar y trabajar diez cosas a la vez había hecho, quizá, que me perdiera por el camino o que perdiera el rumbo del objetivo, que era, en definitiva, convertirme en una gran artista, aunque todavía no sabía cómo (como todos). Y fueron tiempos duros, donde veía crecer a la competencia, veía a mis referencias más valoradas seguir creciendo y embelleciendo el mundo, mis compañeros que seguían adelante. Pero es ahí donde debes encontrar tu ego, lo que te dice tu alma (sí, aunque suene a tópico, hay que escucharla). A mí, un día me paró en seco y me dijo: “Eh, Lily, aunque te pierdas, sabes lo que debes hacer. Lo que quieres hacer, y cómo lo tienes que hacer”. Fue así como supe que a mí de verdad lo que más me gustaba en el mundo, era dibujar. Y fue entonces cuando decidí soltar todo lo demás para reconducir mi carrera profesional y para centrarme en mi deseo personal y profesional: ilustrar. Dibujar era mi gran pasión, siempre lo ha sido y siempre lo fue, por lo que ilustrar era la forma de profesionalizar mi arte y además de ganarme la vida con ello. Y me puse manos a la obra. Como digo, no fue nada fácil tomar esta determinación, pues además está el factor “lo difícil que es, la gran competencia que existe y el poco trabajo” y todos esos comentarios que los artistas estamos acostumbrados a escuchar. Pero es importantísimo tener fe, y creer en uno mismo. Yo decidí creer mucho en mí, apostar por mí misma, por la vida difícil y de la que los demás huyen, emprender un viaje por el mundo autónomo de la ilustración y esperar todo lo bueno que estaba por traerme. Porque sencillamente, como dije al inicio, era para lo que había nacido. 

 

Fig 2. Paul (Timothée Chalamet), Dune, bolígrafo y digital, Lily Vainylla, 2022.

 

Cuando más o menos principiaba a ser yo, al definir mis técnicas, herramientas y estilo, anduve por el camino de las dudas y los miedos, ese bosque que creo que todo artista debe atravesar. Es largo y duro, pero necesario. ¿Por qué van a escogerme a mí y no a otro? ¿Puedo trabajar varios estilos diferentes? ¿Qué ocurre si no sirvo para tener una marca o para hacer y trabajar siempre lo mismo? Eran preguntas que me asaltaban, e incluso hoy día lo hacen, constantemente. ¿Cuál es el camino, dirección o decisión correcta? Numerosas veces he sentido que me pierdo en el mar de esas cuestiones que no hacen si no construir tu mente de artista, y tardé mucho en llegar al final del camino, pero lo logré. Anteriormente afirmé lo relevante que es tener un mensaje bien definido, pero más importante aún es el recorrido. Ahí reside la magia, tu propia magia. Y mi magia consistía y consiste en aceptarme tal y como soy. En mi caso, como contaba, me gusta trabajar estilos diferentes, probar, mezclar, y en definitiva nunca estar quieta, y seguir explorando e investigando. Y si tal vez yo no sirva para tener un estilo único perfectamente definido, y siempre trabajar en lo mismo, es porque quizá ahí reside mi magia. A lo mejor es mi manera de ser diferente: el trabajar en proyectos diferentes y ser capaz de realizar obras tan diferentes y confiar en mi versatilidad. 

 

Fig 3. Leeloo: el Quinto Elemento, Lily Vainylla, 2022.

 

Una vez aceptado mi manera de entender el arte, y sobretodo la ilustración, comencé a trabajar en las áreas que más me interesaban, encaminando así poco a poco mi labor. Como siempre he sido una auténtica cinéfila y apasionada de las letras, resultaba natural encontrarme usualmente con un libro en las manos. A medida que fui creciendo tuve claro que quería encauzar mi vida laboral por el mundo de los libros, de manera que decidí tomar frente con el mundo editorial. El inicio es difícil, pero si alguna cosa he aprendido es a prepararme y llamar a todas las puertas, y no aceptar un no por respuesta. Mientras me concentraba en crear obra suficiente para realizar mi portafolio iba publicando diariamente en las redes sociales. Sé que trabajar y estar en todo es bastante caótico, pero considero que también es importante mantener el equilibrio entre trabajar en tu obra y “estar” en el mundo. Fue así como mi primera experiencia editorial me sorprendió. El primer escritor con el cual colaboré me contactó para ilustrar su poemario, y para mi sorpresa, después de esforzarme muchísimo en el libro, conseguí quedarme en la editorial para realizar un sinfín de maravillosos volúmenes llenos de poesía. Se trata de una editorial española llamada Postdata Ediciones, donde siempre me han dado alas para volar y sentirme libre. Ha sido un camino de aprendizaje total, donde el autor pone en mis manos el escaparate de su obra: la portada. Mi labor como ilustradora editorial consiste en representar gráficamente la voz del autor, darle forma y expresar lo que su alma y corazón quieren decir. De este modo considero que mi trabajo es de suma importancia, pues se debe realizar un trabajo exhaustivo, certero y sumamente atractivo. Como siempre ocurre, cada escritor es un mundo, un estilo y una obra, por lo que me encanta empaparme de mi propia versatilidad para darle cabida a cualquier tipo de labor. A veces realizo los encargos con las herramientas más simples y sencillas, como líneas y pequeñas manchas, y en otras ocasiones necesito de un estilo mucho más definido, realista y trabajoso. Es así como poco a poco he ido educando la mente y las manos para adaptarme a cualquier tipo de tarea, poniéndome en la piel del autor que viene a otorgarme el gran privilegio de plasmar artísticamente lo que siente. Es sobrecogedor.

 

Es así que poco a poco fui asentando mi carrera en el mundo editorial. Cuando vas metiendo la cabeza paulatinamente dentro de este sector se genera cada vez más y más trabajo, y eso conlleva también a obtener mayor visibilidad y, sobretodo, te toman más en serio. Conforme iba definiendo de forma progresiva mi yo más intenso, fui combinando mis diferentes trabajos en distintas editoriales, consiguiéndolo a través, nuevamente, de mucho esfuerzo y de no admitir un no por respuesta; es decir, insistiendo. Ya mi abuelo me había dado uno de los mejores consejos que he escuchado alguna vez: “En la vida, hay que ser pesado”. Y esto no quiere decir que nos convirtamos en una pesadilla, si no que se debe insistir, insistir e insistir en tu trabajo, si crees que mereces algo o que puedes conseguirlo. En definitiva, fue así como empecé a publicar con otras editoriales españolas como Editorial Punto Rojo, Amazon, Editorial Ringo Rango y Editorial Gusanillo. A la par que iba expandiendo poco a poco mi trabajo en el panorama nacional, conseguí hacerlo también por vez primera en Latinoamérica, de la mano de la Editorial Xalambo, donde su editor me encargó la realización de una de sus portadas.

 

Puedo decir, entonces, que tras mucho bregar por fin me he convertido en lo que siempre he querido ser: ilustradora. Más genéricamente, podemos decir que en artista, y más concretamente, en ilustradora editorial. Mi agradecimiento a mí misma es inmenso, por no haber desistido en el arduo camino a pesar de sus cuantiosas y numerosas piedras, y por haber continuado y perseguido mi sueño de hacer de mi pasión mi trabajo. Pero el aprendizaje nunca cesa; el del artista es eterno. Me gusta estar en continua versatilidad, fomentar el estudio de nuevas técnicas y posibilidades, así como estilos y herramientas, para seguir moldeando mi yo artístico y seguir cimentando las bases de mi trabajo y de mi obra. También sigo inspirándome día a día en mis otras grandes pasiones artísticas, como es la música y sobretodo el cine, que siempre me acompaña. Su influencia ha estado muy presente en absolutamente todo. Es así como surgió la posibilidad de mi última creación editorial: ilustrar un poemario cinematográfico de la mano de la editorial española Platero Cool Books llamado Cineridos. Es por ello que quiero trasladar mi deseo de que nunca dejen de inspirarse, y siempre permanezcan alerta a cualquier visión, esencia y momento que puedan presenciar, que lo absorban todo. Y que conviertan todo en arte. El arte más puro y real es aquel que creamos con el corazón, con el contenido que habita en nuestras almas, y con él es con lo cual debemos trabajar. Por ello los animo a perseguir vuestro interior, y a que lo exploten sacando fuera lo que llevan más hondo. Así nos convertimos en nosotros mismos, y cuando lo plasmamos en nuestras obras artísticas se transforman en algo verdadero y único.

Fig 4. Elvis Presley is mine, digital, Lily Vainylla, 2022.