Título: La colección de cerámica artística cubana: el museo.

Title: The collection of cuban artistic ceramics: the museum.

 

Autor: MsC. Surisday Reyes Martínez

 

El 5 de mayo de 1990 se inauguró el Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana en su primera sede del Castillo de La Real Fuerza, en La Habana Vieja. Quince años después se trasladaría la colección hasta entonces atesorada hacia la Casa Aguilera, también en el Centro Histórico habanero, inmueble donde se encuentra desplegado en la actualidad el perfil de exhibición permanente.

Figura 1. Casa Aguilera

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

Figura 2. Patio del Museo

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

Han trascurrido poco más de tres décadas de su existencia en nuestro escenario creativo por lo que algunas interrogantes necesariamente se suscitan en torno al quehacer museológico: ¿cómo se logra la adquisición de los fondos?, ¿cuáles son las peculiaridades de la labor de coleccionismo de la institución?, ¿qué características distinguen esta manifestación en Cuba? En pos de responder a tales interrogantes se encauzan algunos criterios, a partir de una visión panorámica y valorativa.

Desde las primeras conceptualizaciones para crear un museo que evidenciara la singularidad de la cerámica artística cubana, fue imprescindible la localización de las obras.

Una sólida investigación que precedió a la concepción del primer proyecto museológico arrojó la existencia de propuestas en el Museo Nacional de Artes Decorativas, subordinado a la Dirección del Museo Nacional de Bellas Artes, lo cual viabilizaba la posibilidad real de crear un espacio expositivo para la disciplina.

Figura 3. Sala de exposición

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

A partir del diálogo entre instituciones como el Instituto Cubano de Radio y Televisión, el Fondo Cubano de Bienes Culturales, la Dirección de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura, el Taller de Cubanacán y el Registro Nacional de Bienes Culturales se logró, mediante la vía de compra y transferencia, pasar a propiedad y custodia de la nueva institución algunas piezas de gran valía. También se contactó con coleccionistas privados y familiares de los artistas. Algunos autores e instituciones depositaron obras en carácter de préstamo indefinido. La donación directa por parte de los creadores en activo es otra variante que ha logrado mostrar la actualidad de la manifestación en cada período de su desarrollo.

 

Figura 4. Sala de exposición

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

Entre los años 1990 y 2005 los fondos de la colección fueron creciendo paulatinamente. Se privilegió la adquisición de piezas correspondientes a los dos primeros períodos de creación cerámica en los años 50 y hasta el 70 del siglo xx.

Figura 5. Sala de exposición

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

Figura 6. Sala de exposición

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

Se gestionó, asimismo, la incorporación de propuestas de creadores de los 80 y las premiadas en los certámenes desarrollados desde la década del 90 del pasado siglo y en el primer lustro del presente.

Con el traslado de la colección a la Casa Aguilera en 2005, la labor de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH) ha sido fundamental para el financiamiento, por la vía de compra, de obras importantes correspondientes a diferentes etapas. De este modo se han adquirido propuestas de creadores emergentes, cuyas piezas han participado en las Bienales de Cerámica y responden a las exigencias de su convocatoria. Aunque en menor medida, continúan las donaciones por parte de los propios exponentes de la manifestación.   

Por razones estratégicas ha sido de interés incentivar diversas variantes de la cerámica. Con ello se amplían las posibilidades de exhibición, gestión y difusión, de ahí que la actual colección represente diferentes períodos de este quehacer, sus principales artistas, tipologías creativas, la diversidad técnica y temática, así como otros aspectos que resultan motivo de análisis para una caracterización general.

A través de autores localizados por etapas, o paralelamente, en Santiago de las Vegas, Camagüey, Nueva Gerona, el Taller de Cerámica de Varadero, La Habana, Santiago de Cuba, Santa Clara y otras zonas del país, se aprecia el desarrollo alcanzado por esta modalidad.

Figura 7. Obras de Amelia Peláez

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

En el primer período, la creación de Amelia Peláez ocupa relevancia en cuanto a cantidad de obras, tanto de valor excepcional como otras que responden a diversos criterios museológicos. Los murales y losas de René Portocarrero también son representativos desde el punto de vista plástico y temático. De igual manera sucede con los demás exponentes que conforman la sala expositiva permanente denominada Iniciadores.

Figuras nucleadas en torno al taller de Cubanacán en los años 60 del siglo xx dieron continuidad a la corta tradición de las vasijas decoradas, pero trascienden, sobre todo, por el desarrollo de la cerámica escultórica, variante igualmente coleccionada por la institución.

  

Figura 8. Obra de Alfredo Sosabravo

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

   

Figura 9. Obra de Alfredo Sosabravo

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

Las propuestas de Alfredo Sosabravo se han privilegiado y organizado en cuanto a concepto y solución plástica, lo cual evidencia la variedad tipológica y de significados. Otros artistas como Reinaldo Calvo, José Antonio Rodríguez Fuster, Julia González, Julio Velázquez Ronda, Fernando Velázquez Vigil y Ángel Rogelio Oliva definen momentos importantes de este espacio creativo. Los egresados de las Escuelas Nacionales de Arte de la década posterior conforman y a la vez enriquecen el perfil permanente.

En las Ferias de Cerámica organizadas en Nueva Gerona dieron a conocer sus obras no pocos exponentes. En este sentido, son significativos los aportes en la variante instalativa ―desde inicios de la década de los 80― de Amelia Carballo, José Ramón González, Ángel Norniella y Agustín Villafaña, miembros del grupo Terracota IV. De esa época, precisamente, el museo adquirió excelentes ejemplos de instalaciones que fueron de las primeras en ejecutarse en este material.  

Figura 10. Sala de exposición

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

De manera sistemática y paralela a la praxis escultórica e instalativa, un número considerable de creadores dedican tiempo y espacio a elaborar murales y exquisitas vasijas, presentes en otra de las salas de exhibición.

Los años 90 del pasado siglo y las décadas del xxi han marcado una heterogeneidad discursiva y morfológica.

Figura 11. Bienal de Cerámica

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

A ello ha contribuido la Bienal de Cerámica, cuyas convocatorias han registrado necesarios cambios a lo largo del tiempo; a estas ha respondido un grupo notable de autores de quienes quedan, no solo testimonios gráficos, sino propuestas que hoy día prestigian los fondos de la colección. El certamen, de carácter nacional y competitivo, ha logrado consolidar, promover y justipreciar este quehacer.

En esencia, los bienes coleccionados actualmente son vasijas, murales, losas, esculturas e instalaciones, tipologías que se ajustan a las propias dinámicas contextuales e ideoestéticas de la cerámica y el arte cubanos.

Figura 12. Sala de exposición

Fuente: Fotografía de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.

 

Son destacables las vasijas de un primer momento de esta disciplina en los años 50, cuyas formas de porrones, botellas, boles y ánforas se distinguen por la decoración bajo y sobre cubierta y, en ciertos casos, por el empleo de óxidos metálicos. El continuo estímulo a este modo de hacer ha devenido una nueva visualidad para vasijas que parten de diseños contemporáneos en que se imbrican materiales extrartísticos y prima la noción de contenedor. Incluso, las propias formas «tradicionales» se diversifican, se emplean otras técnicas y procesos como el rakú, la mayólica y la cristalización.

De igual modo sucede con los murales en los que domina el lenguaje figurativo, con algunos ejemplos abstractos. Concebidos de manera muy diversa, están aquellos logrados a partir de la decoración sobre losas, mientras otros aportan una tridimensionalidad dentro de la superficie bidimensional.

Más variada y sui géneris es la creación escultórica, muy bien representada desde el pequeño, mediano y gran formato. Se explota al máximo el procedimiento de ensamblaje, así como la posibilidad de la arcilla para imitar otros materiales. Notables contrastes visuales se advierten en la obra de muchos artistas que incorporan elementos no cerámicos al volumen de barro. Interesantes propuestas instalativas corresponden, esencialmente, a las dos décadas pasadas del siglo XXI.

A pesar de la diversidad de formación profesional y la heterogeneidad de generaciones actuantes se pueden perfilar asuntos comunes entre los creadores. Es recurrente la problemática humana, ya sea para acentuar cuestiones sociales, contextuales, de tipo feminista o relacionadas con la historia universal desde una mirada contemporánea, entre otros tópicos de máxima vigencia para el contexto cubano e internacional.

Más allá de las proposiciones que hoy permiten este acercamiento a la manifestación, la labor diaria del Museo ha de apostar, sobremanera, por la continuidad de un movimiento, su riqueza y desarrollo en los tiempos venideros. Aspectos tan importantes que se suceden a la par de lo práctico precisan alcanzar un particular protagonismo.

La radio, la televisión y las redes sociales constituyen hoy espacios esenciales para la actividad promocional. Cabe destacar que, de manera constante, se volcaron disímiles esfuerzos -desde los intelectuales hasta aquellos en el plano de la gestión- para materializar el primer catálogo de la colección. [1] Este resulta testimonio imprescindible y evidencia explícita del coleccionismo desarrollado durante tres décadas. A la vez muestra los principales exponentes de la manifestación, las temáticas abordadas y las particularidades del perfil expositivo permanente.

Así, entre experiencias disímiles, siempre a finales del año regresa la Bienal de Cerámica, un espacio que no puede faltar, ese escenario de encuentro que permite apreciar otros caminos de este quehacer, nuevos derroteros e inquietos continuadores.

El Museo no se ha detenido en su empeño museológico-museográfico, divulgador, de conservación de sus bienes y de proyección teórica. La colección de cerámica artística, única de su tipo en Cuba, ha ido in crescendo, ininterrumpidamente desde su génesis. Es, sin dudas, la institución un escenario expositivo imprescindible, a la vez que estímulo necesario para el continuo desarrollo de la manifestación.   

La Casa Aguilera abre sus puertas e invita a los transeúntes comunes, a los sensibles a la cerámica, a los artistas y colaboradores en pos de hacerlos cómplices de lo que exhibe y atesora.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Alonso, Alejandro G: “Cerámica artística cubana”, Revolución y Cultura, 4: 40-49, La Habana, abril, 1990.

 

Alonso, Alejandro G: “La calidad no es cuestión de tamaño”, Revolución y Cultura, 5: 44-49, La Habana, mayo, 1991.  

 

Jubrias, Maria Elena: La cerámica cubana entre el moderno y el postmoderno, Ediciones Boloña, La Habana, 2017.

 

Reyes Martínez, Surisday: “La colección del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana: valoración artística y patrimonial”, tesis de maestría, tutor Dr. Michael González Sánchez, Colegio Universitario San Gerónimo, Universidad de La Habana, 2019.

 

Fotografías de Archivo del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.



[1] Alejandro G. Alonso (1935 -2017) fue fundador, director del Museo, así como autor del catálogo de colección.